septiembre 15, 2001
Un niño muy artificial
Magazine de El Mundo de España
Beatrice Sartori.
Haley Joel Osment, 13 años, es
tan serio y calculador como su personaje robótico en Inteligencia artificial
(A.I.), que se estrena el próximo viernes. El joven actor se ha convertido en una
nueva pieza del serial autobiográfico de su director, Steven Spielberg, quien habla en
exclusiva para el MAGAZINE.
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Antes que Haley Joel Osment, fueron Richard Dreyfuss
en Encuentros en la tercera fase y Henry Thomas en E.T., el extraterrestre, dos películas
a través de las cuales Steven Spielberg canalizó sus obsesiones, sueños, pesadillas y
neurosis; dos filmes que han escrito una página de la historia del cine y sendos
capítulos de su propia autobiografía. El electricista Roy Neary de Encuentros en la
tercera fase y el niño perdido spielberguiano Elliot, de E.T., se proyectan como sombras
del director, quien ahora ha encontrado en Haley Joel Osment, el niño robot David
Swinton, a su nuevo alter ego cinematográfico en Inteligencia artificial (A.I.), una
película proyectada por el legendario Stanley Kubrick.
El niño prodigio parece conocer el abrumador peso de su
responsabilidad. Saluda muy ceremoniosamente, quizá demasiado, extendiendo su mano
derecha. Va vestido con traje sastre azul y camisa blanca sin corbata, pese a que es la
primera hora de la tarde en Boston y la entrevista va a tener lugar en la sede del
Instituto Tecnológico de Massachusetts, un lugar de investigación donde se viste
informal. Es como un pequeño hombrecito.
Pero es que Haley no es un niño al uso. De hecho, con 13 años está más cerca de la
adolescencia que de la infancia. Aunque su rostro aniñado de inmensos ojos azules y su
reducida, pero armónica estatura le mantienen suspendido en un cierto estadio infantil.
Quiza ése sea el motivo de que siempre interprete a personajes precoces más jóvenes de
lo que su edad pudiera proveer.
Cumplí 13 años en abril y mi padre me regaló, por fin, mi primer teléfono
móvil; siempre se había negado, dice. Su padre permanece en la esquina de la
habitación. Siempre es así, desde que su pequeño debutó en el cine a los cuatro años
con la fantasía dramática Bogus, de Norman Jewison. Arquitecto devenido en actor a su
vez, aunque no haya alcanzado ningún tipo de celebridad, Eugene Osment no es un cómico
frustrado y padre depredador al estilo de Kit Culkin progenitor de la saga de los
terribles niños Culkin, sino una figura protectora y amable. La madre, Teresa, es
profesora.
Sé que tengo un carácter serio, que de más pequeño no resultaba lógico para mi
edad. Siempre he sido curioso, aunque de manera tranquila. Y desde muy pronto supe que
quería aprender arte dramático y las diversas formas de conocer la técnica para forjar
mi músculo interpretativo. Supongo que estar tan centrado en un objetivo me ha dado un
carácter bastante calmado, explica el pequeño actor.
No cabe duda. Y hay algo más porque, pese a su apariencia de afable querubín rubio, se
detecta un halo inquietante en Haley Joel Osment. Así lo han visto en Hollywood, donde
desde el principio le dieron papeles de características ciertamente inquietantes. En su
debut en Bogus fue el huérfano Albert Franklin, un personaje que le obligó a pretender
que el enorme Gérard Depardieu era un ser invisible producto de su propia imaginación.
Tras ser Forrest Gump hijo en la oscarizada película que protagonizó Tom Hanks y
realizar otros trabajos televisivos posteriores, le llegó su gran oportunidad:
interpretar al doliente Cole Sear, un niño que veía muertos vivientes y al muy
neumático Bruce Willis, también en plan cadáver parlante y andante, en El sexto
sentido. Sendas nominaciones al Oscar y al Globo de Oro y otra película, Cadena de
favores, junto a los ya consagrados Helen Hunt y Kevin Spacey, supuso su consagración el
año pasado.
¿Ha sido capaz de controlar la fama y la celebridad a tan temprana edad? Aparentemente
sí. Me tomo mi trabajo muy en serio. Es lo que guía mi vida, no le veo ningún
lado banal, superficial o glamouroso. Además, tengo que estudiar con profesores que me
acompañan a los platós, en casa me encargo de mi habitación y de la limpieza con mi
hermana Emily cuando me toca. Y ahí está mi madre para recordarme que debo aprobar, para
darme collejas si se me ocurre eludir mis obligaciones.
Con palabras muy escogidas y extrema
rotundidad habla un niño que recuerda a la infantil Jodie Foster por seriedad,
concentración y, desde luego, intuición y brillo en sus trabajos interpretativos. Y sin
haber recibido formación dramática ortodoxa (solamente lee los guiones y los ensaya con
su padre), cada trabajo cinematográfico de Haley Joel Osment ha devenido en memorable.
De hecho, él fue la primera y única elección de Steven Spielberg cuando se planteó
heredar la dirección de A.I., obra pergeñada por Stanley Kubrick. Una de las razones por
las que éste abandonó el proyecto fue las dudas acerca de quién y cómo debería
interpretar al niño robot David, construido y programado para amar incondicional y
eternamente..., y que también quiere ser amado.
Kubrick pensó utilizar efectos especiales para crear una criatura virtual e incluso
construyó un robot. Sin embargo, su prematura muerte (en 1999) hizo que su viuda,
Christine, cediera el proyecto a Spielberg. Como el robot David Swinton, Osment logra una
inspiradísima e hipnótica interpretación, incluso sin llegar a parpadear, que sin duda
habría satisfecho al eterno y obsesivo perfeccionista que fue Stanley Kubrick.
Muy concentrado, el dorado niño californiano comenta esta experiencia singular que le ha
llevado a congelar sus párpados en cada secuencia: Sólo se me ocurre hablar de una
especie de viaje iniciático por las experiencias que he acumulado. Siempre recordaré
Inteligencia artificial (A.I.) en términos de experiencias que me van a resultar muy
beneficiosas en el futuro. ¿Por ejemplo? El tremendo esfuerzo que me supuso
hacer la transición de autómata a ser humano, y en lo físico, adecuar movimientos
rígidos con emociones internas.
Luego añade que logró divertirse, aunque quien habla con él alimenta razonables dudas
de cómo se divierte semejante niño prodigio. Quizá sabiendo que la paga por esta
película fue de más de 1,6 millones de euros (unos 275 millones de pesetas) y que los
críticos, prácticamente, le han elevado a la categoría de genio. Pues no: Para
mí, el dinero no es lo más importante, sino mejorar como actor. Y el dinero va a una
cartilla de ahorros que mis padres guardan para pagar mi universidad.
Osment nunca llegó a conocer a Kubrick, impulsor de A.I. Y por cuestiones de edad no ha
visto La naranja mecánica, pero sí ha podido acceder a 2001: una odisea del espacio,
película en la que los humanos lobotomizan a otro robot, el maléfico HAL. Stanley
Kubrick estuvo de alguna manera en el plató. Steven siempre aludía a los story boards
que mandó crear y también decía: Vamos a hacer este plano como Stanley lo hubiera
hecho. Su influencia es muy visible en la película, narra el actor.
Algunos datos del niño detrás de la estrella. Tiene un perro llamado Asuki y no está
interesado en novias, aunque desde El sexto sentido las chicas se me acercan más
para hablarme, explica Haley. En sus ratos libres asegura ser un niño normal, uno
de tantos que viven en Los Ángeles. Sigue atentamente la NBA de baloncesto, es fan
de los Lakers y su jugador favorito es Kobe Bryant. Juega al baloncesto y al golf, y su
grupo musical favorito es REM. Pero posee otras aficiones no tan típicas de su edad:
asegura que lee mucho sus últimas lecturas han sido Harry Potter y El señor de los
anillos porque cree que a través de la literatura puede perfeccionar su
vocabulario. Este afán por adquirir conocimientos le ha llevado incluso a matricularse en
clases de español.
La leyenda que circula sobre Haley asegura que fue descubierto en los grandes almacenes de
muebles de diseño baratos Ikea, y que grabó un anuncio de Pizza Hut por saberse las
medidas exactas que tenía la pantalla IMAX del cine de la Universidad Southern
California. Todo un prodigio.
Y sabe que le queda por realizar la peligrosa transición de niño prodigio a actor
adulto. Confía plenamente en tener éxito, siguiendo los pasos de dos profesionales que
lo lograron en los años 70 y a los que admira: Kurt Russell y Jodie Foster. Dice que cree
que el secreto de su futuro profesional está en evitar productos excesivamente
comerciales y sin lema vital. De momento, sólo sigue un consejo paterno: Actuar con
verdad y tratar de mostrar mi personalidad en el proceso. Y asegura que jamás ha
visto a ningún muerto parlante.
http://www.elmundo.es/magazine/2001/103/1000313657.html |